Sabíamos que a principios de septiembre íbamos a recibir una noticia que esperábamos desde hacía meses. Lo que no sabíamos si esa noticia sería buena o mala. Así que pensamos que, ya fuese como celebración o como consuelo, deberíamos pasar unos días en familia en algún destino apetecible pero cómodo.
Unas minivacaciones para desconectar y recargar pilas justo antes de la vuelta el cole. Y fue justo lo que planeamos, unos días en Portugal en una zona maravillosa…
Nos hospedamos en una aldea en las proximidades de Lisboa, junto al Cabo Espichel. En medio de un parque natural maravilloso lleno de pinos y lagunas. La parte negativa era la carretera, estrecha y llena de curvas. Todo un símil de lo que nos llevó hasta allí ahora que lo pienso.
Supongo que ya habéis visto algunas fotos del viaje en Instagram porque he ido publicando mis favoritas. Pero hoy quería contar más cosas con las que me siento más cómoda en formato blog.
Nuestra primera parada fue Cabo Espichel, con su faro, su Casa del Agua y sus acantilados. Nunca dejarán de sorprenderme los acantilados portugueses y es que ese océano parece más inmenso si cabe desde ellos.
El faro de Cabo Espichel, es precioso, nunca había conocido uno así. Los de la costa andaluza no son de este estilo y sus alrededores de vegetación y el hecho de estar solos allí resultó toda una experiencia. Sólo se oía el mar y el viento…Bendita naturaleza.
Mientras recorríamos las caminos iba anocheciendo y los niños pudieron ver por primera vez un faro en funcionamiento. Mil preguntas y mil explicaciones…Nuestro hijo mayor es todo un curioso, tiene a quien salir, no lo vamos a negar.
Las zonas de playa de Setúbal son otra historia, especialmente si cruzas a la península de Troia. Puedes hacerlo por carretera o en ferry, que fue nuestra elección. Otra aventura para los niños que nunca habían montado en barco.
Troia es impresionante, kilómetros y kilómetros de playa vírgen y salvaje que unen una especie de puerto deportivo con Comporta. Playas de lujo especialmente si estás acostumbrado a las playas españolas y su masificación humana y de edificaciones.
Justo en Troia recibimos la noticia que estábamos esperando, porque se retrasó unos días y a punto estuvimos de cancelar el viaje. Pero luego pensamos que para eso están los teléfonos y que merecíamos la escapada pasara lo que pasara. Así que ahora recordamos las playas de Troia con un cariño especial, porque la noticia, fue justo la que queríamos oír.
Si quieres soledad total, sólo tienes que andar unos minutos por la orilla, tendrás la playa sólo para ti. Nosotros al ir con los niños decidimos no separarnos mucho de la bajada a la playa, cuestión de comodidad, especialmente pensando en la vuelta ya cansados.
Decidimos rematar el día en Comporta. Y viví un momento que siempre quedará grabado en mi cabeza. Con la felicidad de la noticia todavía a flor de piel, el contacto puro con la naturaleza, la soledad, el ser consciente de lo afortunados que somos, ver a los niños disfrutar y reir sanos y fuertes, la mano de mi marido cerca…No sé, viví unas horas de esas que te reconcilian con la vida y te sirven de consuelo en momentos más complicados. Creo que todo ésto que te cuento se aprecia en las fotos que hicimos…
Al día siguiente pensábamos volver a disfrutar de la costa pero el día amaneció frío y gris. Así que aprovechando la cercanía de Lisboa, pusimos rumbo a la ciudad.
Lisboa siempre es una buena idea.
Lisboa Express
Parada obligatoria en la Plaza de Comercio, paseo por sus calles comerciales y sus suelos plagados de dibujos, tranvía para subir al Castillo de San Jorge, que además de bonito cuenta con unas vistas privilegiadas de la ciudad. Bajada por las callejuelas de Alfama, comida en alguno de sus restaurantes, observar sus fachadas decadentes, sus azulejos de colores, sus tiendas con sabor, entrar en la Sé, no perderse su característico elevador de Santa Justa y terminar la tarde con vistas al río tajo y sus puentes…
Lo sé, Lisboa es mucho más pero en sólo una jornada en la ciudad y con dos niños pequeños es todo lo que pudimos hacer. Sin prisas, paseando y disfrutando…
En verano soy incondicional de los vestidos. Es una prenda fácil de llevar, te quita de complicaciones y si además el modelo es cómodo y fresco, es como ir en camisón por la calle.
Éste es de Zara, fresco y ligero. Holgado, con algún detalle que le dan su estilo, como la tela de rayas o las mangas. Lo compré en los últimos coletazos de rebajas por 10 euros y estoy encantada con él.
Para acompañarlo, un pañuelo de seda de la India para mantener mis rizos a raya ( en verano se asalvajan todavía más), unas alpargatas (customizadas por mí) y un bolso bandolera pequeño que me de libertad con los niños.
Y hasta aquí nuestra «escapada de celebración» (ahora sí). Volveremos pronto, muy pronto porque nuestro país vecino tiene mucho que ofrecer…
Feliz día y feliz fin de semana!!
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Mil gracias!