Hace unos días me comentaba una amiga que estaba amargada con los zapatos de hoy en día. Está cansada de buscar unos zapatos de tacón, que resulten ponibles, unos zapatos a los que pueda darles un uso real. Todo lo que encuentra son unos tacones imposibles. Monísimos, sí, pero imposibles para la vida de cualquier chica que lleve una vida medianamente normal. La otra opción que encuentra son suelas a ras del suelo.
¿Por qué no fabrican zapatos de tacón aptos para una vida normal?
Me refiero a unos zapatos de tacón con los que puedas dar un paseo, pasar 5 horas sin morir en el intento… Con los zapatos de ahora, sólo puedes ir del coche a la cena y de la cena al coche. La verdad es que me da mucha pena, tengo muchos zapatos que apenas salen de casa por esta razón. Tengo que tener un plan muy bien definido, estar segura de no pasar de pie más horas de la cuenta para poder usarlos.
He estado leyendo por internet que el tacón recomendado por podólogos oscila entre los 3 y 5 centímetros. Además su anchura debe corresponderse con la anchura del talón. Al sobrepasar esta altura provocamos que se cargue todo el peso de nuestro cuerpo en los dedos de los pies y en la planta. Lo que conlleva:
– Que suframos 4 veces más problemas en los pies que los hombres.
– Daños irreversibles en caderas, rodillas y tobillos.
– Presión e inflamación en los dedos.
– Tendinitis.
– Lumbalgia.
– ….
Y un largo etcétera con el que no quiero aburriros.
Pero los tacones altos tienen algo ¿verdad? Tienen una chispa que hace que no podamos resistirnos a ellos. Aunque sepamos todo ésto, los vemos y pensamos: «Qué preciosidad! Me sentarían tan bien…»
Y no estamos equivocadas:
– Nos hace más altas.
– Nuestros pies parecen más pequeños.
– Estilizan nuestras piernas.
– Provocan la contracción de los gemelos con lo que mejoran su proporción respecto a los tobillos.
– Acentúan la curvatura de la cintura.
– Nos hacen caminar con cierto contoneo, femenino, coqueto…
En fin, una auténtica relación AMOR/ODIO la que existe entre la mujer y los tacones.