Inicios

Con el mes de enero recién estrenado nos encontramos sumidos en días de cambios, propósitos y nuevas ilusiones. ¿Cuánto durará? Quién sabe.

Algunos ya habrán olvidado esa sensación después de la «traca final» de la Navidad. Otros, los que ya han aprendido de lo que va la vida, ni siquiera pasan por esta fase. Y por extraño que pueda parecer, una raya en el agua quizás, alguien tenga la enorme fuerza de voluntad de llevar a cabo sus resoluciones de año nuevo.

Yo siempre he sido una persona de inicios. Los cumpleaños, los meses de septiembre o la llegada de la primavera, inevitablemente me producen una sensación de principio de algo que me carga de energía, energía de la buena, de esa que te pone las pilas y empiezas a construir.

Es como si la fecha en cuestión me diera una nueva oportunidad para hacer las cosas mejor, para eliminar de mi vida lo que me lastra y centrarme en lo importante.

Así las cosas, es inevitable que la llegada de un nuevo año no me haga sentir completamente reseteada y lista para reconstruirme. De nuevo, una vez más. Por decimoquinta vez en los últimos 12 meses si me apuras.

Y lejos de lo que pueda parecer, esa constante reconstrucción, no me agota. Es más, podría decir que es uno de los motores de mi vida.

Este inicio de enero estoy con muchas ganas. Ilusionada con planes a todos los niveles que componen mi vida y tengo firmes propósitos.

Propósitos que van desde «mecanizar» algunas tareas domésticas que me facilitarán el día a día hasta intentar conseguir cambiar la manera de procesar la información que me rodea. Además, el consabido ejercicio y, ya casi rozando su puesto número uno, la restricción del uso del teléfono móvil. Entre muchísimos otros propósitos y retos.

¿Lo conseguiré? Pues algunas cosas sí y otras no. A veces es cuestión de fuerza de voluntad pero en otras, la vida manda y por mucho que te empeñes, si no está para ti, no está para ti.

Algunos propósitos se transformarán en despropósitos, de eso se un rato.

Las ilusiones y los planes, los cambios que queremos hacer, suelen caer en saco roto en la mayoría de las ocasiones y no pasa nada, absolutamente nada.

Creo firmemente que ahí radica la clave. La forma en cómo afrontamos la imposibilidad de no cumplir o que no se cumpla lo que teníamos en mente, es el quid de la cuestión.

Como todo en la vida, no suele ser el qué sino el cómo.

Querer cambiar las cosas, querer modificar costumbres o iniciar nuevos caminos es algo bonito, algo que ilusiona y nos hace mejores. Pero la autoexigencia y la frustración suelen venir después.

Por eso creo que el gran reto no es planear y proponer cambios. El gran reto es aceptar lo que la vida nos tiene reservado y ser flexible para adaptarnos a ello.

Yo elijo los propósitos, sin duda, me hacen mejor persona y mi reto no es cumplirlos o no. El reto es ACEPTAR lo que llegue.

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