Chanel acaba de presentar su colección OI 25-26 en el marco de la Alta Costura de París y nuestra impresión es la habitual. Más de lo mismo, afortunadamente.
El universo de la moda es fugaz, variopinto, inesperado e, incluso, asfixiante en ocasiones. Un universo que consigue que casas históricas se vuelvan una caricatura de sí mismas en aras de la creatividad y con las que es imposible no pensar en la reacción de su creador «si lavantase la cabeza.»
Posiblemente estos factores tengan gran parte de la culpa del éxito del panorama fashionista pero no siempre es así. La corriente de serenidad que invade a los amantes de la Costura cuando presenciamos desfiles que se ajustan a los cánones de su marca, es sencillamente inigualable. Y Chanel, lo borda.
Chanel siempre te deja la impresión de estar viviendo un déjà vu y, en contra de lo que pueda parecer, es reconfortante.
La Costura de Chanel es maestría, exquisitez, feminidad, sofisticación y muestra todas las señas de identidad que la Alta Costura debe tener. Chanel, con sus característicos tweeds, sus escotes a la caja, sus abalorios joya, su binomio blanco y negro, sus bolsillos parche y sus innumerables señas de identidad, son casa para quienes saboreamos el buen hacer y al artesanía que esconce cada pieza que salta a la pasarela.
Esta colección se centra en el marfil y en el negro con notas verdes y marrones y se enmarca en el inicio de lo salones de moda parisinos. Presenta trajes de chaqueta, vestidos de noche delicados y fluidos, detalles en plumas, botones y bordados, faldas con aberturas y volantes, cardigans e incluso comienzan a rebajar el largo de las prendas, de nuevo, a la rodilla.
Sí, también tenemos la sensación de haberlo visto ya pero ¿podría ser Chanel de otra manera? Me niego a pensar que sí.




