Vacaciones en Roma es una de las mejores comedias románticas de la historia. Cuenta con un escenario inmejorable, la primera vez en la gran pantalla de la adorable Audrey Hepburn y un encanto generalizado que no te deja indiferente.
No entendemos como ha tardado tanto esta película en colarse en nuestra sección de cine clásico, culpa nuestra.
Vacaciones en Roma (1953) es un clásico entre los clásicos, una de esas películas que todo el mundo a visto o, al menos, de las que todos tenemos referencias. Una comedia romántica al uso pero difícilmente igualable.
Las razones son evidentes, aún así, te contamos los porqués:
Su reparto: Una adorable Audrey Hepburn en su primera aparición en la gran pantalla comparte protagonismo con Gregory Peck. Dicen que el papel estuvo pensado inicialmente para Gary Grant pero el actor se veía demasiado viejo para enamorar a su coprotagnista (¿No ocurría algo parecido en Charada?)
Este papel protegonista en Vacaciones en Roma le valió a Audrey Hepburn un premio óscar.
Su localización: ROMA. Pero no la Roma que tenemos ahora cargada de turismo y franquicias. Se trata de una Roma de romanos, sin masificar, serena (a la italiana), una Roma en la que se compraban zapatos en mercadillos y se bailaba a orillas del Tíber. Una Roma de los años 50 que nos deja ver La Plaza de España, El Coliseo, La Fontana di Trevi o El Panteón tranquilos y libres.
Ver esta película es como pasear por la Roma que todos querríamos pasear.

Roma se convierte en una protagonista más de esta exquisita película dirigida por William Wyle y a la que Georges Auric puso banda sonora.
Su trama: Sí, quizás algo ñoña pero sencillamente perfecta. Un cuento de hadas en mitad del siglo XX en el que una princesa cansada del protocolo y con la rebeldía propia de su edad, escapa de palacio para conocer la ciudad eterna desde el anonimato. Ana, así se llama nuestra protagonista, recorrerá sus calles acompañada por un periodista que fingiendo no reconocerla, la acompaña a la espera de conseguir una exclusiva que impulse su carrera.
La química entre los protagonistas es evidente y va en crescendo hipnotizando al espectador hasta el último minuto del film.


Sus diálogos: Frescos y ocurrentes, cargados de humor. Son diálogos de cine clásico y eso siempre se nota, marcan la diferencia.
Además, Vacaciones en Roma cuenta con ese ronrroneo propio de los doblajes de antes que resulta irresistible al oído.
Su estética: Los 50, poco más que añadir pero aún así lo haremos. El vestuario fue galardonado con un óscar y estuvo a cargo de la diseñadora Edith Head quien también vestiría a la actriz en otras películas, como Sabrina.
El conjunto que aparece la mayor parte del tiempo en pantalla se construye bajo las premisas de verano y sencillez e se inspira en la conocida su silueta en los New Look de Dior.
Cinturas entaladas, faldas de tablas, blusas remangadas…una simplicidad atemporal que bien podría enmarcarse en cualquier película rodada 70 años después. Pero esta sencillez se contrapone a los looks de princesa que, aunque menos presentes, también aparecen en la película, en los que los brocados, los casquetes y las mangas abullonadas hacen acto de presencia y transforman a Audrey en la princesa que siempre pareció ser.
Además, de este vestuario principal, resulta delicioso observar a los extras, elegantes como sólo los italianos saben hacerlo, refinados y estilosos.




