Centenario de Ana María Matute

El 26 de julio se celebran 100 años del nacimiento de Ana María Matute la que es considerada una de las escritoras más importantes de nuestro país. En este artículo nos acercamos a su figura.

Hace un tiempo leí que este año se celebraba el centenario de Ana María Matute. En seguida rodeé su nombre con otros de su generación que estudié en Literatura de COU. Sánchez Ferlosio, Goytisolo o Martín Gaite vinieron también a mi cabeza mientras visualizaba a don Miguel sentado en la mesa con su corbata de siempre mientras los mencionaba a todos con absoluta devoción.

Centenario, 1925. Este año también mi abuela cumpliría 100 años. Pensé en las vidas tan diferentes que debieron llevar Ana María Matute y mi abuela aún teniendo la misma edad. La curiosidad me pudo y empecé a leer sobre la autora, la vida de mi abuela ya la conocía.

Mi abuela, niña de una familia modesta nacida en Sevilla y Ana María Matute, niña de una familia burguesa nacida en Barcelona. Ambas formaban parte de familias numerosas y ambas casaron más o menos con la misma edad.

Vivieron la Guerra Civil pequeñas, con 11 años. En Sevilla la guerra duró días, mi abuela contaba poco no por evitarla, sino porque tenía poco que contar. Sólo le recuerdo la historia de un vecino que llevaba una lista de nombres escondida en su sombrero.

Ana María Matute vivió una guerra bien distinta. Los bombardeos, los muertos y el miedo formaban parte de su día a día y esos años sentaron las bases de su literatura de un modo u otro.

Ana María Matute fue una mujer que se dedicó en cuerpo y alma a escribir, a leer e imaginar, nada que ver con mi abuela. Ahí radicó la gran diferencia entre ambas.

Sin embargo, al indagar un poco más empecé a notar semejanzas en sus vidas. Ambas tuvieron que enfrentar desgracias jóvenes, poco después de casarse. Mi abuela con una viudez demasiado temprana y la escritora con un divorcio que le llevó a la pérdida de su hijo durante una temporada debido a las leyes de entonces.

¿Cómo criar y vivir sola con dos hijas? ¿Cómo vivir sin tu hijo?

Quizás sus vidas, en lo esencial, se llegaron a parecer más de lo que imaginé. Al fin y al cabo, sólo fueron mujeres viviendo y queriendo. Como todas al fin y al cabo.

A mi abuela la recordaremos en familia con mucho cariño y amor el día que cumpliría 100 y a Ana María Matute la recordamos aquí y ahora.

«Escribe, niña, escribe»

Estas fueron las palabras de Vicente Aleixandre al leer uno de sus texto, un primer borrador de Luciérnagas. Podría decirse que Ana María Matute empezó a escribir con 5 años y nunca más dejó de hacerlo porque ella nació escritora y eso no es algo que pueda elegirse, se es o no, como señaló en ocasiones.

Ana María Matute nació un 26 de junio de 1925 en Barcelona. Su madre era hija de un terrateniente riojano y su padre un industrial catalán. Su vida transcurrió entre Madrid, Barcelona y un pequeño pueblo de La Rioja en el que pasaban las vacaciones y en el que se recuperó de una dolosa enfermedad con pocos años. Mansilla de la Sierra marcó su infancia, su vida y su obra. Allí se sentía libre, allí descubrió la naturaleza, el bosque y desarrolló su fantasía. Luego, estalló la guerra.

Ana María Matute era una persona con un gran mundo interior, inventaba historias, las imaginaba continuamente. Contaba que nunca llegó a tener amigas de verdad, vivía en tierra de nadie hasta que ya joven, entró a formar parte de un grupo de escritores en Madrid y allí encontró a personas que sí la entendían, con las que era sencillo comunicarse o simplemente estar. Encontró su sitio.

Carmen Martín Gaite y Josefina Aldecoa fueron sus grandes amigas.

…me dedicaba a crear mis mundos, mis historias…estaba muy sola

Con tan sólo 5 años escribió su primer cuento, El duende y el niño, y ya nunca dejó de hacerlo. Fue un género que la acompañó toda su vida, primero para ella, luego para su hijo y sus sobrinas. También para todos nosotros.

En julio del 36 estalla la Guerra Civil e intuye su importancia porque ese 26 de julio no celebran Santa Ana, un día grande en su familia. Entonces su mundo cambió.

Ese mismo año inició una revista mensual, Shibil, que ella misma ilustraba y que mantuvo hasta diciembre de 1938.

Contó que las ilustraciones de Arthur Rackham fueron las que hicieron que se desarrollara su imaginación y que Brontë y su Cumbres Borrascosas quien la animó a escribir e intentar publicar.

Ana María Matute dejó lo estudios, en aquella época casar bien era lo esperable y empezó a tomar clases de música y pintura. Sin embargo las abandonó para dedicarse por entero a la escritura.

Ávida lectora desde la infancia

Vivió en una casa llena de libros y seguramente los leyó todos. Leyó los cuentos de los hermanos Grimm, a Andersen, Carroll, Knut Hamsun, las historias de Celia de Elena Fortún, en su mesilla de noche siempre estuvo su ejemplar de Peter Pan y conforme crecía llegaron a sus manos las obras de Sartre, Colette, Proust, Faulkner, los rusos del S.XIX… Antes de los 18 ya había leído el Ulises de Joyce. Contaba que a veces, no los entendía pero que los interpretaba, inventaba sus argumentos.

Entre los libros que marcaron su vida están Don Quijote de la Mancha, La Reina de las Nieves, Guerra y Paz o El Idiota.

Leer es una felicidad, un placer, y no una obligación, ni mucho menos un castigo…

Con estos maestros, no es difícil imaginar que en el año 43 escribiera su primera novela Pequeño Teatro, que vendió con 19 años y de la que tuvo que firmar el contrato su padre al ser ella aún menor de edad. Aunque esta novela no se publicaría hasta mucho después y terminaría dándole un Premio Planeta.

En 1944 publica por primera vez, se trató de un cuento titulado El Chico de al lado y en 1948 quedó semifinalista en el Premio Nadal con Los Abel, la primera novela que publica.

En 1953 gana el Premio del Café Gijón y en el 59, esta vez sí, gana el Nadal con la novela Primera Memoria.

Su reconocimiento como escritora era palpable, en una época en la que no publicaban a escritoras, ella estaba allí.

Pero aquellos fueron años convulsos a nivel personal. Su matrimonio con «El Malo», como ella lo llamaba, no iba bien. Lo único que amó de aquella unión fue a su hijo, reconoce la autora.

Pasaron dificultades económicas e incluso él llegó a vender la máquina de escribir de la escritora cuando era el medio de vida de la familia.

Decidió entonces dejarlo y divorciarse, perdió la custodia de su hijo, las leyes, la época. Pero no el contacto con él. Su suegra se las arreglaba para que lo viese semanalmente y años más tarde, ante la imposibilidad y el desinterés del padre, volvió a recuperarla.

En 1964 viaja a Estados Unidos por primera vez para participar en una serie de conferencias y estas estancias se desarrollarían por varios años de manera discontinua ya que empezó a impartir clases en diferentes universidades. Primero en Indiana, luego en Oklahoma y finalmente en la Universidad de Virginia.

En los setenta Ana María Matute entra en una época oscura, inicia una depresión que no la abandona por muchos años y se recrudece con la muerte de «El Bueno», su gran amor. En aquella época llevaba un Diario Negro de las sesiones con su psiquiatra y terminó hablando de la depresión de un modo muy libre, no como el tabú que era entonces.

En 1976 la propusieron como candidata para el Nobel de Literatura y dejó de publicar por una larga temporada hasta que llegó Luciérnagas, una novela de sus inicios que fue censurada y que en el año 1993 se publicó íntegra finalmente.

Su regreso fue muy esperado y especulado, ocurrió en el 95 con El verdadero final de la Bella Durmiente y en 1996 publicó la que ella califica como su mejor trabajo, el libro más importante de su vida, Olvidado Rey Gudú con la que se sumerge de lleno en el género fantástico.

Ana María Matute fue la tercera mujer en ocupar una letra en la Real Academia de la Lengua Española, la K y eso ocurrió en 1998.

Ya en sus últimos años le concedieron el Premio Cervantes como reconocimiento a su carrera, muriendo en 2014 y dejando por publicar Demonios Familiares que se haría de forma póstuma.

Leer a Ana María Matute

Cuentos, artículos, novelas, trilogías…La obra de Ana María Matute fue muy prolífica. Siempre caracterizada por su sensibilidad, se le conoció popularmente como autora de cuentos infantiles aunque eso resulte corto de miras y del todo irreal, tampoco le agradaba esa idea. Aún así supo dar a la infancia el lugar que merece como pocos.

…Un niño no es un proyecto de hombre. Un hombre es lo que queda de un niño.

En sus obras se encuentra el justo equilibrio entre el realismo y la fantasía que termina desbordando en Olvidado Rey Gudú, el que ella consideró su mejor escrito.

Olvidado Rey Gudú es una de las grandes novelas de este siglo. Repleta de fábulas y fantasías, narra el nacimiento y la expansión del Reino de Olar, con una trama llena de personajes, aventuras y un paisaje simbólico: el misterioso Norte, la inhóspita estepa del Este y el rico y exuberante Sur, que limitan la expansión del Reino de Olar, en cuyo destino participan la astucia de una niña sureña, la magia de un viejo hechicero y las reglas del juego de una criatura del subsuelo. ( Reseña Editorial Planeta)

Su estilo, aunque alineado con otros escritores de su generación, fue tremendamente personal. Escribía de manera sencilla, sin artificios, con pureza. El sentimiento siempre hace acto de presencia en su obra que quedó marcada profundamente por su infancia, la de antes y la de después de la guerra. El realismo y una marcada conciencia social serían las consecuencias de dicho acontecimiento histórico que le tocó vivir.

Si no estas familiarizado con la obra de Ana María Matute su centenario quizás sea un buen momento para acercarte a ella… ¿Por dónde empezar? Por donde quieras, hay tanto donde elegir…