A estas alturas puedo ahorrarme la introducción, todos somos conscientes de lo que está ocurriendo.
Por eso sólo puedo hacer una pregunta: ¿Estás bien? ¿Tu familia está bien? ¿Tus amigos?
Y las respuestas pueden ser muy variadas dependiendo de si nos centramos en salud, economía, sentimientos…
Si no estás bien, lo siento muchísimo, de corazón. Mi deseo ante todas las repuestas es el mismo: espero y deseo que pronto encontremos luz a lo largo de este túnel. Y además, salgamos reforzados.
Y eso, es lo que me ha hecho sentarme a escribir después de tantas semanas de silencio. Intentar aportar algo de distracción a quienes la necesitan ya sea por exceso de tiempo, por exceso de preocupaciones, de miedos… Incluso a riesgo de resultar superficial, lo sé.
Quienes están expuestos día tras día no están para estas cosas. Soy consciente. Quienes han perdido a alguien, no están para estas cosas. Soy consciente.
Pero si puedo aportar mi granito de arena, un pequeño paréntesis, un leve recuerdo de normalidad…lo haré. Lo voy a intentar al menos.
Nosotros estamos bien, gracias a Dios. Me siento más afortunada que nunca y aunque tengo momentos de profunda tristeza, angustia, incertidumbre…También tengo aseguradas muchas risas al día, juegos, historias y ocurrencias patrocinadas por mis hijos.
Definitivamente vivir esta situación con niños te hace vivir todo de otro modo, de un modo menos dramático quizás. Y eso, es una suerte aunque esté haciendo un «máster avanzado» en maternidad porque no dejan de ser dos niños muy pequeños en un piso confinados sin salir desde el 12 de marzo (en nuestro caso).
Puestos al día, paso a escribir sobre las pequeñas cosas que estoy haciendo para vivir estos días de la mejor manera posible. Espero que alguna pueda servirte y que tú compartas qué te funciona para estar despejado estas semanas.
Encontrar un foco para este periodo de confinamiento.
Creo que fijarse un objetivo es clave. Algo que te haga afrontar estos días incierto con más ganas, una motivación. En mi caso ha sido conseguir que mis hijos vivan esta situación del modo más feliz posible. Así que estoy entregada a ellos, casi las 24 horas al día. Mi foco está puesto en que este encierro no les pase factura a nivel emocional.
Si no tuviera hijos creo que lo tendría en aprender algo nuevo, por ejemplo pintar o dejar hecho una tarea que siempre pospongo, ordenar las fotografías que tengo en el ordenador.
Decidir qué información quiero consumir.
Los primeros días consumía información sin parar. Periódicos y redes sociales siempre estaban abiertos en mi móvil. A lo que añadía el teledirario, la radio… Hasta que me di cuenta de que no podía seguir así porque me creaba demasiada angustia y estaba marcando mi carácter. Así que suprimí el telediario, quité Twitter de mi teléfono y empecé a consultar los periódicos solamente dos veces al día, mañana y tarde/noche para estar actualizada ( no sobreinformada)
Ser más flexible y menos exigente.
Lo aplico a todos los ámbitos de mi día a día. Menos exigente con mis tareas ( si no da tiempo no da, si no está organizado ya se organizará mañana, si no tengo demasiadas ganas de planchar, pues no pasa nada) más flexible con mis hijos, ponerme en su lugar, con mi marido… La clave es facilitar y facilitarme estos días extraños.
Estar en contacto con familia y amigos.
Creo que todos lo estamos haciendo más que nunca. Nos hemos dado cuenta que echar de menos es posible aún cuando podamos vernos las caras y estar disponibles por múltiples medios telemáticos. Un abrazo o un beso no tienen sustitutos, mientras tanto palabras, muchísimas palabras… Ojalá pudiésemos recobrar las cartas escritas a mano, serían un precioso aliciente en estos días (aunque el trasiego de gente que crean no es conveniente evidentemente).
Tiempo para mí.
Poco, muy muy poco. Pero no pasa nada. Encuentro ratitos, minutos y los aprovecho. En esos momentos: leo, escribo, rezo, medito, hago ejercicio… Todas estas acciones me hacen mucho bien, me serenan, me hacen desconectar, me hacen desahogarme…
No todos los días realizo todas, ni siquiera tengo una de esas populares «rutinas». Solamente encuentro la oportunidad y las llevo a cabo.
Apagar pantallas una hora o más antes de dormir.
Para dejar de consumir información e irme a la cama con la cabeza serena. Me está costando dormir bien y además, estoy teniendo pesadillas. Por eso, creo que dejar de ver cosas me ayuda a relajar la mente.
Más infusiones, menos café y otras cuestiones de alimentación.
Sólo estoy tomando un café al día y además muy clarito. En su lugar estoy tomando infusiones que me relajen, antes de dormir o simplemente por placer, como después de comer.
Además estamos consumiendo mucha fruta y verdura, la vitamina C que no falte.
Y siguiendo la línea de la flexibilidad, he ampliado mi cupo de chocolate. Lo necesito, me lo pide el cuerpo y yo «me estoy dejando querer».
Visualizar
Cuando noto que estoy baja de moral o los sentimientos negativos se apoderan de mí. Paro, cierro los ojos, respiro profundo y, aunque no paran de decirnos que vivamos el ahora (cosa que yo llevo intentando practicar desde hace mucho) me he concedido la licencia ( en línea con la flexibilidad que antes comentaba) de realizar visualizaciones e irme al futuro con una sola condición, que sean momentos futuros agradables y positivos.
Mi visualización favorita ahora mismo es el jardín de mis padres, con los pies descalzos y una piscina lista para un chapuzón, la luz dorada de final del día…
» Pronto, muy pronto» me digo y todo parece un poco más sencillo.
Arreglarme
Este punto puede llevarse la palma de superficialidad pero creo que verte bien, sentirte guapa y dedicar unos minutos a tu físico hacen mucho bien a nuestro estado de ánimo. Un poco de maquillaje, el pelo, colorete o los labios… Ayuda.
¿Qué tal va tu confinamiento? ¿Qué cosas te ayudan a llevar mejor las sensaciones que éste nos está provocando?
Nos leemos pronto…