La curiosidad, ese impulso de conocer o averiguar cosas nuevas, esa aptitud que hace que nos desarrollemos durante los primeros años de vida y que vamos perdiendo con los años, o no. Un curioso ¿nace o se hace?
Hace unos días escuché silencio entre mis hijos. Cuando esto ocurre, como todas las madres, suelo asomarme porque algo están tramando. Para mi sorpresa los vi bastante tranquilos, sentados en la frontera de una sombra y observando algo que estaba al sol. Agudicé la vista, una lupa, volví a mirar, una hoja seca de un árbol. Estaban callados y expectantes, mi cabeza sumó dos más dos, estaban intentando conseguir un efecto lupa.

¿Qué estáis haciendo? Pregunté.
Hemos visto en un libro del abuelo ( mi padre, físico) que si pones una lupa al sol, puedes hacer fuego.
Mi primer impulso fue desbaratar el experimento pero luego pensé que si lo conseguían, sería algo muy ilustrativo para ellos y podría enseñarles la responsabilidad necesaria para hacer uso de ciertas cosas y lugares.
Casi de inmediato, para nuestra sorpresa, la hoja seca comenzó a quemarse y hablamos de la importancia de no dejar cristales en el campo y de la facilidad con la que algo puede empezar a arder.
Espero que este experimento haya forjado en ellos un buen aprendizaje sobre la responsabilidad y las consecuencias de nuestros propios comportamientos.
Pero esta situación me llevó más allá, me hizo pensar en la curiosidad. En lo que les llevó a querer demostrar que lo que habían leído en el libro del abuelo era verdad.
Es cierto que los niños son curiosos, mis hijos mucho, y me pregunto si es algo que irán perdiendo con los años o por el contrario será algo que los acompañará toda su vida y sobre ello, llevo leyendo varios días.
¿Un curioso nace o se hace?
Seguro que has observado alguna vez a un bebé mientras escrutina algo que tiene en sus manos. Una vuelta, otra, a la boca, a la carita, de una mano a la otra, al suelo y vuelta a empezar. Están curioseando, están descubriendo el mundo, están desarrollando las habilidades necesarias para vivir y crecer. Aquí podría quedar todo resumido, no haría falta más.
La curiosidad es necesaria para evolucionar, la llevamos dentro.

Luego vamos creciendo y seguimos curioseando.
Los por qué y las preguntas infinitas que puede hacer un niño de 6 años pueden ser agotadoras pero forman parte de su aprendizaje, no hacen más que adaptarse al entorno y las circunstancias.
No hacen otra cosa que crecer y desarrollarse.
Creo que podemos afirmar que nacemos curiosos sólo que con los años, esa aptitud se atenúa o se mantiene en función de diversos aspectos.
No creo que podamos llegar a ser más curiosos que en la infancia cuando el mundo entero está por descubrir.
Para forjar a un curioso, de un lado está propio carácter. El propio ADN que será importante para mantener o no viva la curiosidad.
De otro, el entorno en el que se ha criado. Éste en cambio, creo que es determinante.
Una crianza que fomente la exploración, la pregunta y el razonamiento harán que la curiosidad del niño no haga más que crecer y, en consecuencia, su vida sea más plena, una persona con más intereses, con más inquietudes. Si limitamos y restringimos su curiosidad, si no los hacemos pensar, cuestionar, reflexionar, experimentar o indagar, estaremos menguando su curiosidad y su propio desarrollo.
La curiosidad te reta, hace que vayas más allá, te mantiene en evolución y así, la vida se vive con mayor profundidad, no pasas de puntillas por ella, con curiosidad la vida se exprime.
He leído que hay varias dimensiones de curiosidad, porque la curiosidad no va sólo de por qué. También va de identificar problemas y necesitar buscarles una solución, de sociabilizar y entablar relaciones con los demás para saber cómo son, qué les mueve y por qué o una curiosidad que busca emociones, como la de los aventureros.
Si no hubiera curiosos, no habríamos creado la rueda, ni conoceríamos las constelaciones, ni sabríamos que la tierra es redonda. La curiosidad es evolución y una curiosidad bien llevada posiblemente sea el mejor de los antienvejecimientos que exista.
La curiosidad también se trabaja
Si no has nacido con una curiosidad sensible o no te has criado en un entorno que la haya favorecido, siempre estás a tiempo de trabajarla y fomentarla porque sus beneficios como vamos viendo, no son pocos. Incluso si eres una persona curiosa de base, los años pueden volvernos cómodos y pasivos y no está de más hacerla trabajar.

¿Cómo?
- Intenta salir de tu zona de confort. Hagamos el esfuerzo de mirar fuera de lo que conocemos y dominamos y dediquemos algo tiempo a lo desconocido. Un libro, una película, una exposición, un plan… Estar en este ámbito nos hará estar en una alerta positiva que despertará nuestra curiosidad.
- Habla, mucho. Con los de siempre, de cosas nuevas o con personas desconocidas de cualquier cosa.
- Pregunta a los demás y a ti mismo. No esperes una respuesta cerrada, las respuestas abiertas son una fuente inagotable para nuestra curiosidad y por ende, para nuestro desarrollo.
- Observa la naturaleza, no se me ocurre mejor entorno para despertar la curiosidad. Observa un pájaro, una flor, el comportamiento del mar, las nubes… Terminarás consultando algún manual y abriendo tu mente al conocimiento.
- Desconecta de la tecnología, a estas altura ya sabemos que demasiadas pantallas adormecen nuestro cerebro. Intentemos no recurrir a ellas en las esperas o tiempos muertos. Una espera en el dentista podría ser un escenario perfecto para despertar tu curiosidad por algo o mientras tomas un café en solitario, observa a la gente que te rodea y deja tu curiosidad fluir.
- Aprende algo diferente. No hace falta ser muy ambicioso ¿Recuerdas el dicho Nunca te acuestas sin haber aprendido algo nuevo? Ponlo en práctica de manera voluntaria, rétate. Una palabra nueva, una nueva afición, una simple acción… La curiosidad aparece en cualquier lugar.
- Explora tu entorno como si fuera la primera vez que lo ves y viaja si tienes oportunidad, viaja con los 5 sentidos.
- Acércate a lo creativo, la fotografía, la pintura, la escritura…Poco a poco la curiosidad y sus beneficios irán entrando en juego.
Quizás, el gran enemigo de la curiosidad es el tiempo.
No tenemos tiempo para responder las mil preguntas por hora que hacen los niños, no tenemos tiempo de observar nuestro entorno, no tenemos tiempo de coger un libro que a priori no llama nuestra atención. Y sí, es verdad, en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir, no tenemos tiempo pero quizás deberíamos esforzarnos por sacar unos minutos al día para fomentar nuestra curiosidad, ya sabemos todo lo bueno que viene detrás de ella. Porque tenemos grandes ladrones de tiempo en nuestras manos a los que sí les damos minutos y horas a lo largo del día.