Estamos viviendo lo que llaman » días históricos», esos que recordarás en los próximos años y sabrás a ciencia cierta lo que estabas haciendo cuando recibiste la noticia.
Aunque lo cierto es que últimamente se suceden tantos hitos que en realidad necesitamos una buena temporada de letargo informativo para recuperarnos de estos acontecimientos.
Estos días en concreto, nos encontramos con el fallecimiento de la Reina Isabel II, después de 70 años de reinado.
Resulta difícil escribir sobre este hecho tras tantas horas y líneas de información ya dedicadas por los medios. Pero por otro lado , resulta difícil no hacerlo.
¿ Qué decir sobre Isabel II que aporte algo nuevo? ¿ Qué escribir sobre esta señora a la que todos conocemos pero de la que en realidad no sabemos absolutamente nada?
Podría hablar de su indiscutible sentido del deber, de sus complicadas relaciones familiares, de su biografía, retos como monarca, de sus vivos colores a la hora de vestir, sus joyas o residencias.
Pero soy consciente de mi limitación al respecto, de lo poco que puedo aportar, de la poca novedad que llevaría consigo el enésimo artículo sobre la figura de la Reina Isabel. Por eso, me he decidido a escribir sobre las reacciones que el hecho en sí ha provocado porque es algo que me está dando mucho que pensar.
Personajes históricos relevantes han existido y existirán siempre, sus fallecimientos son más sonados que los de cualquier ciudadano de a pie y dejan a su paso un reguero de información y reacciones difícil de acallar. Este fallecimiento ha sido uno de esos, con la diferencia que ahora nos encontramos en un mundo hiperconectado, cosa que antes no ocurría. ¿Cómo hubieran sido las muertes de Lenon o Kennedy en esta sociedad?
Quizás la última muerte de estas características que vivimos fue la de Juan Pablo II pero me atrevería a decir que aún no estábamos en este punto de conexión tan exagerado ¿Tuvo el Vaticano un protocolo de actuación para sus redes sociales como ha ocurrido en esta ocasión? ¿Nos enteramos por rrss o mediante las noticias? Estoy convencida que este acontecimiento ha marcado un antes y un después en este sentido.
Y una vez informados, sobreinformados, megainformados… ¿Qué ha ocurrido? Pues han empezado las reacciones. ¿Buenas ó malas? Pues de todo ha habido, como siempre. Pero quizás ha existido un sentimiento bastante unánime de pérdida o cierre de etapa.
Isabel II es quizás la reina más reina de todas. Los ingleses nunca han mostrado prudencia, pudor o mesura ante esta realidad como ocurre en países como España. Ha sido la imagen que siempre ha venido a nuestra cabeza al referirnos a la figura de una reina, con corona y cetro incorporados.
Su edad, 97 años, hace el resto. Me refiero al hecho de ser una figura tan longeva, pocas personas en el mundo la han sobrevivido, lo que significa que una grandísima mayoría hemos crecido con la figura de la Reina Isabel en nuestro día a día ( si me permites esta licencia), la conocemos de toda la vida por así decirlo. Intuyo, y no creo que me equivoque, que ahí radica todo. Isabel II era la monarca universal.
Dudo que los millones de menciones que estos días estamos viendo se deban a su gestión como monarca o que el planeta se haya vuelto más monárquico que ella misma, la razón radica en que se ha cerrado una etapa y eso es algo que a todos nos remueve por dentro.
Quizás sea el último personaje relevante de la historia del siglo XX que quedaba con vida. Condujo ambulancias durante la IIGM, le tocó «desmantelar» el Imperio Británico, se apoyó en Churchill en sus primeros años de reinado, vivió 17 Juegos Olímpicos ( la cara de mi marido al escuchar este dato fue un poema, parece que lo haya convertido en un objetivo de vida y quiera sobrepasarla), papas, presidentes, atentados, pandemias…Todo ha pasado por ella en primerísima persona y ahora toca cerrar etapa y ver qué está por venir.
Dicen que Carlos III se enfrenta a una crisis descomunal en Reino Unido, a la que además se suma una Primera Ministra novata como él, que no serán años sencillos allí ( ni aquí) pero creo que la verdadera dificultad que se va a encontrar el nuevo monarca es conseguir calar entre los ingleses como lo hizo su madre. Lo de calar en el mundo como ella, queda más que descartado evidentemente.
Es más ¿Qué le espera a Carlos III a nivel de calado emocional si quien más quien menos ha cuestionado si debiera o no convertirse en rey? Tenemos tan interiorizada esa monarquía que nos sentimos todos con derecho a cuestionar algo que le corresponde por derecho propio.
Soy la primera que prefiere al Príncipe Guillermo como rey, una figura menos complicada, con menos historias detrás, más limpia y libre de juicios. Pero mi pregunta es ¿Qué más da? ¿Qué importa si ya no volveremos a sentir esa sensación de monarquía universal nunca más? Sería como entrar en juicio de valor sobre la heredera de Holanda, con todos mis respetos, algo que sólo incumbe a los holandeses.