Hace unos días mi bebé cumplió un año y empiezo a pensar que tendría que dejar de llamarlo así. ¡Qué rápido ha pasado el tiempo! a una velocidad vertiginosa. Sin embargo también tengo la sensación de llevar toda una vida junto a él.
Este primer año ha sido el más especial de mi vida, completamente diferente a cualquier otro antes de su llegada y como soy persona de hacer balances, hoy me decido a escribir aquello que he aprendido en este primer año como madre.
He aprendido que jamás volveré a ser la protagonista de mi vida, ahora el centro de mi vida es él. Sabía que ocurriría pero ignoraba el terremoto de emociones que ello supondría. Querer con toda el alma, querer sin condición, querer como una madre. Por mucho que te expliquen o intentes entender, hasta que eres madre no conoces este tipo de amor.
He aprendido que ahora mi olor favorito es su aroma, mi tacto favorito el de su piel, mi sonido favorito el de su risa. Consigue que el mundo pare de girar y que cualquier problema se resuelva ( aunque sólo sea por unos minutos) cuando está junto a mí.
He aprendido que voy a estar asustada el resto de mi vida. Querer protegerlo me provoca el miedo a aquello que le pueda pasar. Y no te creas que soy una madre asustadiza, es otra cosa, es instinto de protección. Me asustan las malas decisiones que yo pueda tomar, aquello que pueda cruzarse en su camino, que no sea feliz…
He aprendido que necesito tiempo para mí. He pasado este primer año con él al 100%, así lo decidí y no me arrepiento en absoluto. Quería estar con él siempre que me necesitara, ser su persona y lo conseguí. Sin embargo es importante sacar tiempo para tus cosas. Leer, una «cita» sólo para dos, confidencias de amigas sin hablar de pañales, tiempo para arreglarte…No olvidar lo que soy, no dejarme ir. Ahora que empezamos una nueva etapa en la que tiene más independencia me he propuesto dedicarme más tiempo.
He aprendido que necesito organizarme mejor. Cubrir sus necesidades y las mías requiere un buen aprovechamiento del tiempo. Me asombran aquellas madres que llegan a mil obligaciones y aún tienen tiempo para lo demás. La clave es la organización, lo sé. Necesito mejorar.
He aprendido el valor de la familia. Por si tenía alguna duda, me he dado cuenta que las alegrías no son nada si no tienes con quien compartirlas. Que tengo muchísima suerte de tener la familia que tengo que nos adoran, nos cuidan, nos ayudan y no quieren por encima de todo.
He aprendido que hay que dejarse llevar por tu propia intuición. He leído mucho sobre maternidad, atiendo cualquier consejo (y cuando eres madre opina «tooodo» el mundo) y tengo a las abuelas en primera línea de consulta. Sin embargo termino atendiendo a lo que dicta mi intuición. Las veces que no lo he hecho no ha funcionado bien, no sé si será por no estar cómoda con la circunstancia en cuestión o simplemente porque la naturaleza es sabia y sabes lo que tienes que hacer sin que nadie te lo diga. En cualquier caso, la intuición no falla.
He aprendido que estoy en mi mejor momento, que tengo el alma serena, en paz. Creo que la maternidad me ha aportado mucha madurez, he aprendido a relativizar las cosas y eso es de agradecer, ¡cuánto tiempo he perdido dando vueltas a problemas absurdos! Estoy cansada, no duermo bien, me duele la espalda, como galletas babeadas…pero soy inmensamente feliz.
He aprendido que mi pequeña familia de tres es el mejor regalo que la vida me podría dar…