Me he quedado con la sensación que Oporto es una ciudad de ciudades. Tan pronto estás en una gran capital europea en la Avenida de los Aliados, como en el Portugal más profundo en el barrio judío. Además, una zona medieval presidida por La Sé o en una ciudad casi costera en la Ribeira. En fin, una ciudad con mil caras que merece la pena recorrer.
Si tuviera que quedarme sólo con una cosa te diría que con pasearla. No es tal o cuál monumento sea espectacular, es que el conjunto y el ambiente, lo que ves, lo que intuyes, lo que sorprende…El paseo es su mejor baza, sin duda.
Como imprescindibles de Oporto te diré que no puedes irte sin conocer sus preciosas iglesias de azulejos azules como la «Capela des Almas» en la Rua de Santa Catalina o la «Igleja do Carmo». Azulejos que también se repiten en edificios civiles como el interior de la estación de trenes de Sãn Bento. Estación de la que por cierto, no puedes perderte su fachada, es una «mini Orsay», preciosa!
Me gustó muchísimo el ambiente y la zona de Clérigos y Galerías. Una mezcla de tiendas, bares, jardines…Perfecta la integración de las galerías bajo un moderno parque con tiendas fantásticas y cafés donde hacer una parada.
Además justo al lado encontrarás la Librería Lello. Preciosa, con una imponente escalera de madera (la pena es que hay muchísima gente, así que ve a primera hora y evitarás aglomeraciones).
También imprescindible cruzar el puente de Don Luis I por el nivel inferior hasta llegar a las bodegas, pasear la zona, entrar en alguna y subir la zona alta en telesférico para luego volver a cruzar por el nivel superior.
Nosotros entramos en «Sandeman», conocimos las bodegas, nos explicaron cómo se crea el Oporto y terminamos con una pequeña cata. Lo mejor, en mi opinión, son las vistas tan bonitas del otro lado de la ciudad con sus casitas de colores.
El barrio de Ribeira, uno de los mayores atractivos de la ciudad. Pasear a la orilla del Duero mientras contemplas las casas que se escalonan hasta lo alto de la ciudad o perderte por sus callejuelas más estrechas y perdidas.
Los jardines del Palacio de Cristal, especialmente por las vistas que tiene. Sus miradores son maravillosos y si vas con niños, los pavos reales que pasean a su aire por allí, harán las delicias de los más pequeños.
Nosotros al ir con el niño no exploramos esta cuestión tanto como nos hubiera gustado. Pero Oporto nos dejó la sensación de estar cuajada de bares y restaurantes fantásticos. Lugares actuales, llenos de encanto, con una decoración atractiva que combinan cocina moderna con lo más tradicional de la zona.
Paseando por Bombarda camino del Palacio de Cristal, terminamos almorzando en la Terraza de un hotel boutique fantástica, 1858 bbGourmet, si estás por la zona no lo dudes.
No puedes irte de Oporto sin tomar una francesinha, la nuestra la probamos en el restaurante de la parte superior del Mercado Ferreira Borges, «O Mercado».
La ciudad está llena de ultramarinos en el que hacerte con las tradicionales latas de conserva portuguesas, además de sus Oportos y demás manjares de la cocina portuguesa.
Si lo que buscas es una tienda con encanto, la parada en «La Vida Portuguesa» es imprescindible.
La zona más bohemia es Bombarda, además de su centro comercial de artistas locales me gustó muchísmo el mercado de Porto Belo. Muy pequeñito pero con mucho encanto.
Hubo sitios que nos quedamos con muchas ganas de visitar, así que ya tenemos excusa para volver:
La terraza del Hotel Yeatman, la Casa de la Música o el Monasterio da Serra de Pilar por ejemplo. También el emblemático Café Majestic. Habíamos planeado ir a desayunar el domingo antes de volvernos y nos lo encontramos cerrado por descanso del personal…Lástima! O un paseo en barco por el Duero.